La última obra de Mariana De Althaus es un reto por todos los lados. No solo se enfrenta a un clásico de la literatura universal, sino que además se aproxima a una de las corrientes literarias más complicadas si pensamos en una puesta en escena: la rusa. Y no solo eso. El autor es uno de aquellos que comúnmente se calificarían como “densos”, y el libro escogido en específico es un producto grandísimo en cuanto a páginas y contenidos. ¿De qué estamos hablando? De la versión que la dramaturga peruana ha hecho sobre “Los hermanos Karamazov”, de Fiodor Dostoievski, llamada, simplemente, “Karamazov”.
El resultado, hay que decirlo desde el inicio, es bastante grato. Se puede apreciar en la obra un resumen de lo sustancial del texto del autor ruso. Las reflexiones sobre Dios, los dilemas entre el bien y el mal, la transformación mental de los hombres y, sobre todo, el cuestionamiento de la figura paternal. Todo está ahí. Y esto habla muy bien del guion escrito por De Althaus. Las actuaciones, asimismo, están finas y precisas. Y esto, otra vez, habla bien de los dotes de la peruana como directora.
Si algo particularmente no terminó de cuadrarme eso es la velocidad. En ciertos momentos el ritmo de la obra no deja tiempo para que las ideas se asienten y se procesen. Sin embargo reconozco que este es un riesgo que se corre al tratar de llevar a las tablas una obra con tanta y tan importante información. En el teatro no se tienen los recursos del cine y hay que buscar siempre salidas distintas. Aun así, como ya señalé, se trata de una puesta en escena imperdible para todos aquellos que busquen plantearse preguntas y cuestionamientos. Todo, claro, en el nombre del padre.
0 comentarios
Publicar un comentario